Para mí, el maratón es mucho más que una distancia. Es un reto personal que exige constancia, disciplina y mucho compromiso. Siempre digo que puede ser la culminación de una carrera deportiva, porque para superarlo no basta con entrenar: hay que preparar cuerpo y mente para un viaje largo e intenso.
La primera maratón siempre es especial. Recuerdo esa mezcla de ilusión e incertidumbre, porque nunca sabes realmente qué te vas a encontrar ni cómo responderá tu cuerpo. Esa sensación de lanzarte a lo desconocido es única y, a la vez, lo que lo convierte en una experiencia inolvidable.
En la preparación, muchos de mis atletas entrenan solos, lo que tiene mucho valor: aprendes a conocerte, a escucharte y a enfrentarte a ti mismo. Sin embargo, siempre que se pueda, el entrenamiento en grupo es muy recomendable. Los rodajes largos se hacen más llevaderos, se comparte esfuerzo y motivación, y el camino resulta más ameno.
También aprendí a darle mucha importancia a los post-entrenamientos. No son solo estiramientos o recuperación: son momentos para escuchar a tu cuerpo, analizar en qué estado de forma estás y cómo te encuentras psicológicamente. Porque el maratón no solo se corre con las piernas, también con la cabeza.
Y si algo tengo claro, es que un maratón hay que prepararlo en condiciones. No se trata de correr por correr, sino de hacerlo con un plan bien estructurado, con entrenamientos dedicados y adaptados a cada persona, evitando lesiones y aprendiendo a gestionar cada fase con cabeza. Aquí es donde contar con un buen asesoramiento se convierte en la clave: entrenar de manera inteligente para disfrutar de la experiencia en lugar de sufrirla sin control.
Como entrenador, acompañar a otros en este viaje es una de mis mayores satisfacciones. Es como llevarlos de la mano hacia un terreno que nunca habían explorado, empujarlos suavemente a descubrir límites que no conocían de sí mismos. Y cuando cruzan la línea de meta, con una sonrisa y muchas veces con lágrimas de alegría, siento que esa victoria también es mía.
El maratón no solo se corre. Se sufre, se prepara, se comparte, se disfruta. Y, sobre todo, se recuerda para siempre. Hazlo bien.